Deberíamos aprender a poner límites, hacerlo es básico si queremos respetarnos, ser respetados y respetar. Sin embargo, poner límites no consiste en prohibir desde una energía autoritaria que castiga la manifestación espontánea de la esencia del otro; al contrario, consiste en enseñar que toda acción tiene una consecuencia, mientras le haces entender a la otra persona que ella es la responsable de sus acciones y por tanto tendrá que sostener las consecuencias que se deriven de las mismas.