El verbo es la herramienta más poderosa de la que disponemos. Por un lado habla de ti, deja claras tus creencias más arraigadas e incluso tus lealtades ciegas. Y por otro actúa (aunque tu no quieras) como la varita mágica que va manifestando tus circunstancias.
Hacer un uso correcto del mismo requiere mucha atención y mucha responsabilidad. Y aunque esto pueda parecer complejo, es peor estar supeditado al uso inconsciente de nuestra propia magia, mientras nos perdemos todas las pistas que nuestro inconsciente nos va dejando en las palabras y las frases que más usamos.