Por desgracia no hay nada más contagioso que el miedo. Y es el miedo el que pone barrotes a nuestra libertad, el que amplifica nuestra tristeza, consume nuestras energías y debilita nuestro cuerpo. Es nuestra responsabilidad, más que nunca, poner freno a las voces mentales (propias o ajenas) y enfocarnos en manifestar nuestra esencia divina, en lugar de caer presos de las corrientes de pánico que se están despertando.
Mantengo mi intención de compartir información que nos sirva para ser conscientes de la realidad que estamos viviendo y mi propósito de reinstaurar las herramientas de las que disponemos y que en estos momentos son imprescindibles.
Estamos viviendo un momento muy especial en el que debemos ser coherentes y responsables mientras mantenemos la calma; a dónde nos lleven las presentes circunstancias, depende exclusivamente de nosotros mismos.